La palabra es más rápida que la bala

Queremos hablar todos a la vez, y no nos escuchamos. Todos queremos tener la razón, pero nadie se anima a callar primero, por miedo a perder la batalla de los argumentos, que nacen desde la desesperación misma que tenemos por defender lo que pensamos, sin ni siquiera cuestionar si estamos equivocados o no.

Por naturaleza, poseemos el mecanismo de la comunicación oral y escrita, siendo conocida la única entre las especies vivas en la tierra, con esta facultad, a excepción de algunos animales que pueden emitir sonidos.

Desde tiempos muy remotos, la palabra verbal, ha sido entre las distintas sociedades, un lazo muy importante para llegar a comprender, lo que uno o más individuos, han pensado sobre diversos temas planteados a discutir, dependiendo de la época y de la cultura.

El lenguaje con los años fue evolucionando y se fue enriqueciendo, a medida que el intelecto humano iba entendiendo más la vida y la existencia, donde se tuvieron que implementar nuevos dialectos a raíz de los conocimientos que iban surgiendo, tanto entre intelectuales como estudiantes y trabajadores.

Al principio cada palabra era mencionada como un código, para referirse a algo en particular o un elemento natural o fabricado por el hombre. En el cual se lo nombraba para reconocerlo e identificarlo; y así con el tiempo, formaba parte de las pláticas cotidianas de la comunidad.

En el transcurso de las épocas, fue teniendo cada vez más relevancia, dado lo fácil y sencillo qué es el querer darnos a entender, y decir lo que pensamos libremente.

Pero sobre esta facultad hay algo que hemos olvidado.

La habilidad de hablar, no es simplemente un medio de comunicación, sino que también por está, se puede crear y manifestar algo en la realidad en que nos movemos. Es decir, en cada palabra se emite una gran cantidad de energía, positiva o negativa, que destinamos a desvelar un íntimo pensamiento que tenemos, con la que está se puede convertir, en una acción o hecho real en la tridimension.

Por eso, es que debemos cuidar lo que decimos. Ya qué, hasta la misma Biblia nos dice, que al principio solo existía el verbo, o sea la palabra que relativamente es un sonido que, dependiendo de la frecuencia vibratoria, puede llegar a tener tanto poder, como la explosión de un Big Bang o de una bomba atómica.

Me refiero, a que como en el presente, vivimos tan conectado por todas las redes que la tecnología nos ofrece, que casi no hay un momento de silencio que podamos tener para pensar antes de hablar. Y podemos con alguna cruda ofensa, no solo herir sino lastimar emocionalmente a una persona por lo que manifestamos, hasta el punto de que lo lleve impreso en su alma toda una vida, si ni siquiera tener noción del daño que podemos hacer con una inofensiva palabra. Asimismo, podemos cambiar radicalmente la realidad de alguien. Y de la misma manera, con está también, expresamos los deseos más profundos de nuestro corazón, lo cual nos puede afectar directa o indirectamente.

Somos una sociedad que instalo fuertemente la comunicación en todas sus formas, y es una de las facultades mayor usadas, y que aún continúa en infinita expansión por las nuevas generaciones, que implementan vocablos nuevos constantemente. Por eso, usemos nuestra lengua responsablemente, con la que se puede generar una vida nueva o quitársela a alguien, en tan solo un instante.

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